jueves, 28 de febrero de 2013

Un joven y prometedor abogado de Philadelphia, Andrew Beckett, es despedido del prestigioso bufete en el que trabaja al conocerse que ha contraído el sida. Decide demandar a la empresa por despido improcedente, pero en un principio ningún abogado acepta defender su caso.
Hubo que esperar casi un siglo de cine para que Hollywood reconociera por fin con un Oscar el papel de un homosexual, un hombre corriente sin connotaciones extrañas, amaneramientos ni promiscuidades pecaminosas. Eso sí, el golpe de concienciación vino sacudido por una terrible enfermedad a la que la soleada California no le es ajena, ni mucho menos. Demme venía de dirigir nada menos que “El silencio de los corderos”, Hanks estuvo magistral y Denzel Washington la da una réplica perfecta en una conmovedora película con la excelente canción de Bruce Springsteen como “bandera sonora” perdurable. Independientemente de que nadie nos explicara el porqué de su título (aparte lógicamente de estar ambientada en dicha ciudad), “Philadelphia” es una espléndida película en la que Tom Hanks se llevó el Oscar por no besar a Banderas y por explicar ópera a los que no vamos a la ópera

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